La recientemente visita a
Argentina del presidente Obama de Estados Unidos nos señala claramente que el
país del norte ve con preocupación el hecho que Brasil inicie un periodo de inestabilidad
política, que tiende a ser prolongado y difícil por las complejas
características del sistema de partidos que impera en la democracia brasileña.
Una vez más la geopolítica juega un rol importante, Norteamérica busca un
centro ordenador en Suramérica y se inclina por el gobierno de Macri al
puntualizar la secretaria de comercio Penny Pritzker que la relación “ha
avanzado mucho y muy rápidamente”, evidentemente con el objetivo de reencauzar
la economía en la región y acrecentar la presencia estadounidense en el área,
luego de que el Mercosur y la Unión Suramericana de Naciones (UNASUR) fueran
utilizados ideológicamente para contrarrestar las diferentes políticas
económicas y mecanismos de integración como el Área de Libre Comercio de las
Américas (ALCA) auspiciados por el Departamento de Estado americano.
Para comprender la delicada
crisis que afecta a Brasil es necesario detenerse en la fragmentación política
expresada en los 28 partidos con representación en las diferentes instituciones
municipales, estaduales y el parlamento nacional. A ello hay que añadir el
anacrónico régimen electoral y obsoleto sistema de partidos. En este contexto
el Partido de los Trabajadores (PT) logró construir mayoría parlamentaria e
instalar gobierno a través de una coalición heterogénea compuesta por cinco
organizaciones políticas, implementando mecanismos de prebenda y clientelares
en la administración pública que le permitieron conseguir el respaldo de sus
ocasionales aliados en la gestión gubernamental. De esta manera, la corrupción
se instala y torna cotidiana, contribuyendo a la degradación de la política y
disminuyendo la credibilidad de los partidos ante la ciudadanía, ocasionando el
creciente descontento en las nuevas clases medias que depositaron sus
esperanzas de movilidad social confiadas en que el crecimiento económico
alcanzado fuera duradero y sostenible.
El desgaste político del PT en
gestión de gobierno desde 2003, comienza a manifestarse en diferentes
episodios, primero surge la denuncia a Lula por el pago de “mensualidades” a
parlamentarios dóciles del oficialismo; posteriormente emergen las
movilizaciones urbanas de 2013 exigiendo políticas de mayor cobertura y calidad
en: educación, salud, trabajo y transporte; luego acontece el apretado triunfo-
3,2%- de Dilma Rousseff sobre Aecio Neves del PMDB en las elecciones generales
de 2014. Si a ello añadimos el agotamiento del modelo económico basado en la
expansión de la demanda interna sustentada en el: aumento del salario básico,
exenciones fiscales, subsidios y bonos sociales-bolsa familia-; viables gracias
al ordenamiento de la economía en la gestión de Fernando Henrique Cardoso
(1995-2002), y por el aumento en los precios de las materias primas en la
última década.
La contracción de la economía al
concluir su ciclo expansivo, contribuye al desprestigio del PT y al declive de
la imagen de Dilma Rousseff hasta un 20% de aceptación; en este cuadro de
deterioro político, económico, social e institucional se inician movilizaciones
multitudinarias de parte de quienes exigen el “fora Dilma”, en contraposición
se gesta el apoyo militante de sus partidarios en las calles demandando su
continuidad, desesperados por detener el proceso parlamentario de destitución a
través del “impeachment” que luego del trámite de aprobación en la Cámara de
diputados se considera en la Comisión del Senado, para definirse por simple
mayoría el miércoles 11 de mayo en el pleno de la Cámara; a ello se suma la
solicitud de la Fiscalía a la Corte Suprema de justicia para autorizar la
investigación a Dilma Rousseff y al expresidente Lula por actos de
corrupción en Petrobras, allanando el camino para el pronto alejamiento del
gobierno del PT luego de 13 años en el poder.
Se profundizará la polarización social y la crisis política en un país carcomido por la corrupción de sus organizaciones y líderes políticos, donde más de la mitad de sus congresistas están señalados de innumerables actos de corrupción por el manejo discrecional de los recursos oficiales en instituciones públicas.
Se profundizará la polarización social y la crisis política en un país carcomido por la corrupción de sus organizaciones y líderes políticos, donde más de la mitad de sus congresistas están señalados de innumerables actos de corrupción por el manejo discrecional de los recursos oficiales en instituciones públicas.
Argentina frenó el impulso
ascendente del populismo, el triunfo de Macri es el punto de inflexión que
inicia el declive de la denominada ola de izquierda en la región luego que el
PT impulsara desde el Foro de Sao Paulo una corriente de oposición al
neoliberalismo y las políticas económicas e institucionales de ajuste
estructural establecidas por el “consenso de Washington” en la década de los
años noventa.
En Brasil se instaló la
inestabilidad política y llego para quedarse, pero en política un espacio que
se deja es llenado por otro actor, ahora el PT pasara a la oposición con una
bandera plantada el pasado primero de mayo cuando Dilma Rousseff con el aumento
del 9% reactivo el “bolsa familia”.
Hugo Carvajal Donoso*
Expresidente de la Cámara de
Diputados de Bolivia
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