Alejandro Brown I.
Abogado*
En agosto de 1997, el otrora Congreso Nacional de Bolivia acreditaba
como honorable diputado a un dirigente sindical cocalero, que llegó hasta el
Parlamento de la manera más humilde que uno se pueda imaginar. Vestía una
camisa manga corta, un poco amarillenta; un pantalón de tela rasgado, abarcas,
una chamarra de tela y el cabello despeinado.
En un morral llevaba unos cuantos papeles y era dueño de un
castellano-español poco fluido con palabras entrecortadas pero desafiantes, y detrás
de él venía un fuerte regimiento social que lo apoyaba desde su región.
Un par de años más tarde, cuando no se podía cruzar el país por los
bloqueos en la principal carretera nacional, la mayoría del Parlamento intentó
desaforarlo porque su excónyuge le exigía que reconozca a su hija, a la que
tuvo que dar su apellido forzado por la situación de asistencia familiar.
Sin embargo, sus honorables colegas lograron quitarle su curul para que
la justicia ordinaria lo investigue por la cruel tortura y matanza de tres
personas en la zona del trópico. Dicho acto fue considerado indignante para su
sector cocalero, que durante 10 meses incendió el país hasta que la justicia lo
absolvió por falta de pruebas y fue restituido en su cargo, más fuerte que
nunca porque logró que toda la población desplazada se identifique con su
causa.
Ya en el 2002, con zapatos de cuero y una imagen que se embanderó por
todo el país, dio aviso de que su nombre ya no era sinónimo de humildad, sino
que Juan Evo Morales Ayma sería el conquistador de todos los poderes del
Estado. Y así fue... aunque no lo consiguió por sus ideas revolucionarias, sino
por los errores de sus contrincantes que dieron pie a una violenta sublevación del
pueblo que tuvo su coronación en el 2005, con el primer juramento presidencial
sin la señal de la cruz ni la
Biblia por delante.
Hoy, siete años más tarde, de aquel humilde dirigente cocalero que llegó
al Parlamento como si fuera San Francisco de Asís, no queda nada. La opulencia,
fastuosidad, vanidad y el derroche de lujos y riquezas son sinónimos de Evo
Morales.
Claros ejemplos son sus famosos trajes confeccionados en exclusividad,
su lujoso avión, sus helicópteros, sus vehículos blindados último modelo y sus
costosos viajes y cumbres.
En una época tan dura como la que está atravesando la población, con una
canasta familiar con precios exorbitantes producto de la inflación que el
gobierno ha creado, y con más de 44 mil familias damnificadas por las lluvias e
inundaciones, que han quedado sin nada, ningún país se puede dar el lujo de
estar comprando coches nuevos y organizar millonarias cumbres que a la corta o
a la larga serán un saludo a la bandera con el fin de gastar el dinero del
Estado, o sea del pueblo.
Y lo más preocupante es lo que han denunciado las autoridades de la Gobernación de Santa
Cruz, que bajo la orden del Gobierno se han replegado los dos helicópteros de la Fuerza Aérea
Boliviana (FAB), que estaban brindado labores de ayuda humanitaria a las
familias damnificadas del norte cruceño, afectadas por las riadas e
inundaciones.
El secretario de Seguridad Ciudadana de la Gobernación , Enrique
Bruno, informó que estas dos aeronaves estaban transportando alimentos,
vituallas, medicinas, agua además de médicos a las zonas más afectadas, pero
que lamentablemente ahora no se cuenta con este apoyo.
¿Para qué Evo Morales ha gastado tantos millones en comprar
helicópteros?, si éstos no van a ser utilizados para socorrer a los bolivianos
necesitados. ¿Por qué en vez de gastar más de 27 millones de dólares en una cumbre,
Evo Morales no destina ese dinero a los afectados y a las familias de los 46
muertos por el temporal?
¿Acaso es necesario que Bolivia salga a la palestra organizando una
reunión de casi 200 países, cuando su
población afectada por el clima se está muriendo de hambre, sed, de
enfermedades y han quedado sin hogares?
¿Será que el lobo disfrazado de oveja al fin se quitó el traje? Otra
demostración de la deshumanidad del primer mandatario ocurrió el pasado fin de
semana, cuando en Riberalta y Reyes el agua sobrepasaba los techos de las
viviendas, Evo Morales se daba un festín tras un picadito de fútbol.
Algo muy claro es que de la macroeconomía el pueblo no come, y ni le
entiende. La población solo sabe que el dinero en los mercados ya no le alcanza
y que ahora que comenzaron las clases en el país, la lista de útiles es más
alta que el mismo sueldo del padre de familia.
Es hora de repensar, y si es posible ‘resetear’. Este 2014 es un año
eleccionario muy importante. Solo hay que dar una mirada al pasado y analizar
nuestra realidad y actualidad, para tomar la decisión que regirá nuestras vidas
y la de nuestros hijos en el futuro.
PERSEGUIDO POLITICO.*