Irma Velasco Prudencio*
Fuera de la vida republicana, un sentimiento de inevitable
melancolía envuelve los festejos del 6 de agosto. Fueron 185 años de historia
interrumpidos con la ligereza de un parpadeo, con la saña de una guerra, por
caprichosas vanidades y oscuros intereses.
El 7 de febrero de 2009, en El Alto, Evo Morales promulgó la nueva
Constitución Política del Estado, cuyo proyecto se aprobó en primera instancia
el 24 de noviembre de 2007 en un cuartel militar de Sucre, sin representantes
de la oposición y en medio de disturbios que causaron 3 muertos y unos 300
heridos, según registros de la prensa.
Este fue el dramático escenario en el que se le arrebató a la
nación su carácter republicano, despojándola de la forma constitutiva original
de su Estado, mutilándola en el plano político como hicieran las guerras del
pasado con su geografía, arrancándole más de la mitad de su territorio inicial.
Así, a empujones y entre sombras, se le asigna el insólito nombre
de Estado Plurinacional de Bolivia, con el que resulta difícil identificarse
porque los bolivianos conocemos una única nacionalidad y porque “ninguna
entidad nacional vive en vano su historia”, como escribió Ramiro Velasco Romero
en su libro El drama de nuestro tiempo.
“Bolivia”, explica el autor, “aunque sea a medias, ha edificado los factores
anímicos de su unidad e integración, ha forjado aunque sea débilmente un
espíritu nacional, un sentido de pertenencia que abarca a todos: la nación
mestiza, que no puede ser negada por el Estado Multinacional”.
Aún hoy, el espíritu nacional es el republicano. Los bolivianos
somos demócratas y deseamos una sociedad guiada por los valores de libertad,
igualdad y justicia, escritos con la serenidad objetiva de la ciencia en el
artículo 1 de la Constitución republicana; y no disueltos en el sentimentalismo
de la redacción redundante, excesiva, y por lo mismo, vacía del artículo 8 de
la Constitución abanderada por Evo Morales y Álvaro García Linera.
La república es la senda conocida, es un camino universal
iluminado por siglos de pensamiento, mientras que, tal como señaló Velasco
Romero, “el Estado Multinacional no existe racionalmente como experiencia
histórica, como referencia real, tangible o históricamente verificable”.
Cuando el país se mira al espejo fuera de la vida republicana es
la imagen de la desesperada Venezuela la que acecha en el reflejo. Después de
todo, coinciden en ambos países las prácticas chavistas que utilizan
instrumentos democráticos, como la Asamblea Constituyente, para herir a sus
democracias.
El modo atropellado del proceso que aprobó la actual Constitución
Política del Estado, con su desprecio por casi dos siglos de historia, con su
desapego por la forma, se refleja en la vida presente del país, en los
innumerables casos de corrupción de la administración masista, en sus
vergonzosos escándalos, como la reciente prisión del exasesor de Evo Morales,
Romer Gutierrez Quezada, en Brasil, donde fue encontrado con 99 kilos de
cocaína el pasado mes de julio; así como en la dolorosa e inaceptable realidad
de los presos y exiliados políticos.
Porque amamos profundamente nuestro país; porque crecimos con los
valores universales de libertad, igualdad y justicia, que enseñamos vivamente a
nuestros hijos; porque queremos ver nuestra bandera en la lista de la decencia,
entre los países que condenan la tiranía de Nicolás Maduro sobre el pueblo
venezolano; porque somos demócratas y mantenemos vivo nuestro espíritu
republicano, ¡brindemos señores por la República de Bolivia!
*Escritora y periodista